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miércoles, 7 de marzo de 2007

Estimulo- respuesta



Nota publicada en la Jornada de Oriente

7 de marzo de 2007
Sección: Economía a Retazos


Miguel Ángel Burgos Gómez

Antes, al dedicarse a la vida académica en la BUAP, uno profundizaba con mucho gusto en los temas del programa, escribía apuntes, usaba filminas y recopilaba antologías con materiales actualizados para hacer bien el trabajo en el aula. Durante ese tiempo el sueldo era pasadero y se vivía sin sobresaltos. Desde que se inventó que el docente tiene que investigar, como dice su nombramiento, todos se ven obligados a realizar tareas que contribuyen a que la Institución logre la excelencia académica. Para eso, en primer lugar, los sueldos se echaron a pique. Luego se creo un sistema de estímulos al desempeño que se mide en salarios mínimos, de 1 hasta 15: ¡viva la competencia! Quien quiera el nivel máximo de ‘becas’ necesita, entre otras cosas, escribir más artículos que un periodista, cada uno arbitrado por 10 eminencias internacionales, dar clases a 200, asistir a congresos en 3 continentes, asesorar tesis cum laudem, escribir libros, recibir el Doctorado Honoris Causa de una universidad extranjera, rescatar de las drogas a tres jóvenes estudiantes, colaborar en la comisión de prevención de desastres, y hacer aportaciones científicas a la humanidad que serían la envidia de Alexander Fleming o de Vicente Fox. Y lo más importante: conseguir las constancias que acrediten lo anterior y llenar 87 formatos. Todo en un año de trabajo. Algunos lo consiguen y siempre me pregunto como le hacen. Es asombroso que en un año puedan lograr lo que a Stephen Hawkins o a Marie Curie les llevó 10, 20 o más. Ese sistema es muy eficiente, pues el monto de 10 mil pesitos extras puede desaparecer del cajero como por encanto, si la hazaña no se repite año con año. Nada es acumulativo (salvo la edad), todo hay que volverlo a hacer, una y otra vez, y si no, el nivel de vida cae súbitamente a la mitad. Con ese ‘estímulo’, la producción no sólo se sostiene sino que se multiplica. Desgraciadamente, para la excelencia académica, como dije antes, muy pocos logran ese nivel. Pero, aún si tan solo esos pocos mantienen el ritmo de producción, superaremos pronto la fama de Harvard, Oxford, el MIT etcétera. Los mas, que no pueden promoverse un honoris causa o no tienen cuates en el extranjero, en la VIEP o en el DF, sólo llegan a uno, dos o tres salarios mínimos extra. Otros, ni eso. Pero esta situación cambiará drásticamente. Pues quienes se quedan atrás no es por flojos o desobligados, salvo excepciones, como en todo. Lo que pasa es que ellos no avanzan tan rápido. La timidez, la inseguridad o la falta de orientación los ha detenido. Hay que darles tiempo. Por eso se tomo la determinación de alargar la permanencia en el trabajo antes de jubilarse. ¿Que tal si alguien se nos va después de 25 años de llenar formatos y estaba a punto de hacer sus contribuciones fundamentales a la ciencia o lo haría en algún momento de los 10 o 15 años siguientes? Perder esas joyas es un lujo que no puede darse la humanidad doliente. Por ejemplo: los investigadores médicos podrían –en ese tiempo ganado a la molicie- producir la vacuna contra el SIDA; los economistas explicarnos por qué en Estados Unidos pagan 15 veces más que en México por el mismo trabajo; los físicos resolver cómo sustituir al petróleo por energía solar; los historiadores documentar los mecanismos del fraude electoral de 1910; los pedagogos descubrir por qué los alumnos se duermen en clase; los sociólogos formular por qué la gente compra tanto billete de lotería; los psicólogos encontrar un método para olvidar agravios recientes y ser felices o los abogados encontrar la forma de patentar el modelito que he descrito, antes de que nos lo plagie la Universidad de Berkeley que anda de capa caída.

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